Se ve claramente la manera en que ha avanzado esta suerte de tumor de la ambición y el ostento exhacerbado, tanto de tandileros, como de vecinos venidos y quedados, principalmente de la gran ciudad. En un intento por copiar esa vida de country cerrado que "disfrutaban" con anterioridad a su instalación en la comarca, el denominador común que atraviesa esas mentes es: "Mirá que lindo paisaje... ¡y cuánta tranquilidad!". La suma, a ellos, les da por resultado: "Enclavémonos en la sierra", cuando Tandil tiene muchos puntos cardinales como para seguir desarrollándose, sin tener que recurrir a la construcción del Hogar Dulce Hogar en el corazón mismo de nuestra identidad.
No importa si se trata de una favela, una simple casita, el caserón de tinte palaciego o un hotel. Construir lleva, aunque parezca una contradicción, a la destrucción. A la destrucción de algo que a la Madre Natura le llevó mucho tiempo construir, precisamente, y que hace a la cuna de nuestro rincón en el mundo. Cuidemos este lugar, que es nuestro lugar, entre todos, antes de que sea demasiado tarde y el tiempo se dedique al lamento de lo que se pudo hacer y no se quiso.
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